jueves, 25 de abril de 2013




Katrin Nyfeler, cofundadora de este espacio para el arte, dejó una brillante carrera en la consultoría para dedicarse, junto con Alejandra Borrero, a un modelo innovador basado en la cultura. Esta apuesta hoy es una muestra de que con el arte sí es posible hacer emprendimientos de alto impacto.

Año 2008. Escenario: sala teatral Mayolo. Obra: Pharmakon, pieza del fallecido director y guionista Carlos Mayolo. Protagonista: Alejandra Borrero. Motivo: dar apertura oficial a la Corporación Casa 
Ensamble, un espacio dedicado a la producción, promoción y difusión de las artes escénicas, musicales y audiovisuales. 

Esta iniciativa, obra de la antioqueña Katrin Nyfeler y la payanesa Alejandra Borrero, es hoy un referente nacional de cultura y arte, un emprendimiento digno de admirar, pues en Colombia la mayoría 
de proyectos de este tipo son subsidiados por el Gobierno. 

Pero, ¿cómo surgió? En los inicios de su vida profesional Katrin nunca pensó dedicarse al arte. En Medellín, su paso por el mundo de las telecomunicaciones fue intenso y productivo y tras años de trabajo quiso darle un giro a su carrera para centrar su atención en el área de las humanidades.

Empezó a estudiar psicología y a trabajar en consultoría. También conoció a la actriz Alejandra Borrero, quien para entonces tenía una empresa llamada Corporación Ensamble Latino, a la que Katrin 
entró como socia, lo que le suponía un logro profesional y económico importante. “Le dimos forma en lo artístico y lo estratégico y empezó a coger vuelo”, recuerda Katrin. Esto la motivó a decidirse por el emprendimiento y despedirse del mundo de la consultoría. 

“Por supuesto, el tema no fue nada bien recibido en mi familia y creo que fue el segundo batacazo para ella (el primero fue estudiar psicología). Todos me decían que estaba loca por dejar un gran empleo 
para arriesgarme en un proyecto con un futuro incierto”, cuenta. 

Del 501 a los 1.600 metros


Ya de lleno en Casa Ensamble, empezaron, junto con Alejandra, a ejercer la función de “toderas”. “Éramos de mercadeo, abogadas, administradoras, productoras, y como no teníamos oficina, arrancamos en mi apartamento, o mejor, en la ‘oficina’ 501”, recuerda. 

Desde allí lograron llevar a cabo tareas importantes y entendieron la potencia del arte. En alianza con fundaciones empezaron a trabajar en proyectos de tipo social que involucraban puestas en escena. Entonces, el negocio empezó a crecer, así como la necesidad de diversificarlo, al punto que ya la 501 se quedó corto. 

Duraron meses buscando una nueva sede, pero ninguna arrancaba de sus bocas la tan anhelada frase: “Esa es”. “Había una casa en el Park Way de Bogotá que me enloqueció tan pronto la vi. La única salvedad: no estaba a la venta”, recuerda Katrin. Sin embargo, una noche pasaron por la zona y un aviso de “se vende” parecía haber puesto fin a la búsqueda. 

Aunque la casa se adecuaba a sus necesidades, estaba fuera de su presupuesto. “Buscábamos un espacio de 400 m2 y esta tenía 1.600 m2, sin contar que era cuatro veces más cara”. Aun así, se reunieron con los propietarios y les hicieron una propuesta: pagar la primera cuota en cinco meses. Ellos accedieron. El paso siguiente: solicitar al banco un crédito. La respuesta también resultó a su favor.

Al principio, 1.600 m2 parecían una exageración. Tanto que daban para que Katrin viviera allí, alquilaran una habitación a un amigo, otra a una productora de música y otra se destinara para las oficinas, por solo citar algunos de los casos. Hoy, la sede se les quedó pequeña. De hecho, uno de sus ejes de negocio –el académico– debe desarrollarse en una locación cerca de la casa, donde se empezó con talleres que duraban entre dos y tres meses y hoy los alumnos estudian durante tres años para obtener su grado.

A esta línea de acción se suman dos más: la de entretenimiento, que integra diferentes formas de expresión artística en un mismo espacio. “Queremos quitar el estigma de que las artes son solo para intelectuales o bohemios”, dice. La tarea les ha quedado bien hecha, pues en sus cuatro años de operaciones han recibido cuatro millones de visitantes. La otra hace referencia al arte como plataforma de responsabilidad social y, en esta dirección, la campaña “Ni con el pétalo de una rosa”, en contra del maltrato a la mujer, ha sido su mayor logro. 

Tras bambalinas


El emprendimiento de Nyfeler y Borrero ha dejado grandes satisfacciones, pero también ha tenido que sortear algunos inconvenientes a la hora de seguir adelante con la función, pues, pudiendo crecer de manera más acelerada, aún van a paso lento. “Creo que a muchos emprendedores nos pasa y es estar en la dicotomía de no tener para pagar algunos empleados, pese a que uno los necesite para generar los recursos que quiere”, confiesa. La financiación no ha sido una alternativa para solucionar la nómina, pues la banca aún es reacia a este tipo de proyectos, según explica ella. “Tenemos acceso a créditos, pero no son ni blandos ni grandes capitales”. Aun así, agradece a quienes se han comprometido con el proyecto y han decidido participar con sueldos muy inferiores a los que se merecen por su trayectoria y capacidades. 

Las emprendedoras se preparan para las funciones del 2013 y, aún sin abrirse los telones, ya tienen claros sus retos: fortalecer el área comercial y consolidar la plataforma internacional. El resultado: lograr en cinco años ventas por cinco millones de dólares.


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Te espero en el siguiente artículo. Recuerda "Piensa en grande"
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